Supongo que han observado cómo
funcionan las noticias. Cada semana hay un tema estrella del que todos los
medios hablan sin parar, como si no existiera otra cosa. Poco a poco el tema va
perdiendo fuerza, pero antes de que se apague del todo, aparece otro tema
estrella que lo sustituye.
Hace dos semanas eran las elecciones
catalanas. Esta última semana ha sido el ébola. Así funcionan los medios y así
nos hacen funcionar.
Son temas que despiertan sentimientos
fuertes. El de las elecciones catalanas está bien elegido porque a muchos
catalanes les cabrea que no les dejen pronunciarse y a muchos no catalanes les
cabrea que los catalanes se sientan especiales y quieran separarse. Aunque no
son tantos los que quieren separarse y hay muchos no catalanes que sabemos que
el asunto no es cosa de todos los catalanes, el cabreo está servido.
Lo del ébola era un asunto marginal
de los telediarios, hasta que lo trajeron a España. Tuvieron que traerlo dos
veces, y dar lugar a que se infectara una sanitaria para convertirlo en tema
estrella. Esta vez, el sentimiento que despierta no es cabreo, sino miedo.
También vale.
Se diría que los informativos no
pretenden tanto informar como azuzar sentimientos fuertes como el miedo y el
cabreo, sentimientos que ciegan, que cortocircuitan la reflexión sosegada.
Son cada vez más los que desconfían
de las noticias, los que buscan el gato encerrado del ébola, lo que rastrean en
internet vídeos alternativos donde nos cuentan que hay soluciones naturales
para la enfermedad o que nos confirman que hay epidemias peores y más
peligrosas de las que no se habla tanto.
Pero quienes desconfían al fin y al
cabo siguen dándole vueltas al ébola. A mí me preocupa más de qué no se habla
cuando se habla tanto de una sola cosa, que están queriendo ocultar, queriendo
tapar, que están tratando que olvidemos.
¿Se han fijado cuánto hace que no se
habla de los sobresueldos del PP, del caso Gürtel o cómo las tarjetas opacas de
Caja Madrid y Bankia ocupan mucho menos espacio en las portadas del que ocuparían
si no hubiera tanto ébola y tanto nacionalismo catalán? Y eso que nos tocan a
todos y mucho más cerca, en el bolsillo.