lunes, 10 de noviembre de 2014

En busca de la verdad perdida

Una empresa holandesa se dedica a vender noticias a los medios de comunicación y le va bien. ¿Cómo es posible que en los tiempos que corren alguien pague por las noticias? Y que ese alguien sean precisamente medios de comunicación de prestigio.
Es un síntoma de lo que nos está pasando. Estamos saturados de información. Radios, televisiones y periódicos, pero sobre todo redes sociales, distribuyen una catarata de noticias que se renuevan en cada minuto.
Esto presenta varios problemas: un problema de comprobación. Es imposible saber hasta qué punto son ciertas las noticias que nos llegan. A veces las damos por ciertas porque nos fiamos de las fuentes. Otras, simplemente porque queremos que sean ciertas. O porque no tenemos tiempo de andar haciendo comprobaciones.
Un segundo problema, no menos grave, es que las noticias nos llegan siempre teñidas de opinión. Rara vez se nos da lo sucedido en estado puro para que pensemos. De hecho, no da tiempo de pensar. El que nos da la noticia nos está danto también algo más que su punto de vista, nos intenta convencer de que los protagonistas son buenos o malos o que lo están haciendo bien o mal.
Si tenemos en cuenta que hay una gran concentración de medios, es decir que la mayoría de las televisiones, por ejemplo, son de los mismos dueños, la conclusión es que no recibimos noticias, sino mensajes que tratan de convencernos. No estamos siendo informados, estamos siendo convencidos. No escuchamos noticias, escuchamos propaganda.
¿A quién le puede extrañar que alguien pague por las noticias en estado puro? Es la única manera de acercarnos a la realidad tal como es, algo cada vez más raro en el mundo en que vivimos.