A raíz del asesinato de la
presidenta de la Diputación de León, hace un mes, se desató la polémica de las redes sociales.
A botepronto y sin pensar, como suele ocurrir en las redes, hubo un número
significativo de individuos que publicaron barbaridades sobre la fallecida. No
eran unas barbaridades distintas a las que se publican en las redes un día sí y
otro también, pero al estar relacionadas con la muerte violenta de una persona,
que además era una política destacada, y además del PP, repentinamente hubo un
rasgado masivo de vestiduras. Repentinamente algunos se dieron cuenta de las barbaridades
que se publican y de que esas barbaridades quedan por lo general sin castigo.
Durante varios días algunos tertulianos conservadores defendieron el regular
mediante leyes los límites de uso de las redes sociales, lo que hubiera sido
intentar resolver una barbaridad con otra mayor, casi como poner puertas al
campo.