Este fin de semana, Podemos ha
celebrado un congreso para constituirse como Partido, para fundarse de manera
formal.
La ilusión sigue viva. La ilusión
que ha generado entre millones de españoles de que es posible hacer las cosas
de una manera distinta a como las han venido haciendo los partidos
tradicionales ha llenado el Palacio de Vista Alegre de Madrid.
Pero los peligros que en su día
anunciamos se ciernen cada vez más.
Los medios de comunicación que
sustentan el sistema, que son casi todos, han pasado al ataque. Primero
intentaron desacreditar a los líderes de Podemos. Un intento tan burdo que lo
que hizo fue reforzarlos más que hacerles daño.
Ahora, con más tiento, hablan y no
paran sobre la división que parece existir entre el líder Pablo Iglesias y uno
de los eurodiputados, Pablo Echenique. Básicamente, Echenique considera que hay
que dejar el mando del Partido en varias personas, mientras que Iglesias propone
que haya un solo líder.
El telón de fondo del debate es más
delicado. Iglesias sostiene que el verdadero objetivo de Podemos son las
elecciones generales que decidirán la presidencia del Gobierno, y que se
celebran en noviembre del año que viene. Pero antes llegarán las autonómicas y
las municipales, en mayo. Iglesias cree que Podemos no está preparado para
presentarse con garantías a las elecciones municipales en un montón de
localidades. Es imposible controlar que se presenten oportunistas, de los que
vienen rebotados de otros partidos, incluso del PP, como sucede en Chinchilla,
y ahora se cuelgan el cartel de Podemos como si fueran demócratas y asambleístas
de toda la vida.
El problema sería que esa casta de oportunistas,
de paracaidistas como se les llama en el argot, gane en esos ayuntamientos. Y
que en unos pocos meses, los que van de mayo a noviembre, hayan desnaturalizado
y debilitado la pureza de Podemos.
Desde fuera, está claro que lo más
inteligente es evitar que eso suceda. Le doy la razón a Iglesias. Como lo más
inteligente es no mezclarse con ninguna otra fuerza, aunque sobre el papel
pueda considerarse afín. Hay que mantener entre algodones la ilusión generada,
la ilusión de romper de una vez el bipartidismo que monopoliza la democracia.
Esa ilusión en cierta manera nos pertenece a todos, incluso a los que no
estamos con Podemos.