Los resultados de las Elecciones
Europeas y la Abdicación del Rey Juan Carlos han capitalizado todas las
informaciones no deportivas de los medios de comunicación en las últimas
semanas. Las informaciones y las tertulias. Y la crítica de las informaciones y
de las tertulias. Encender una radio o una televisión, incluso abrir un
periódico, empieza a causar una sensación de hastío. Porque la acumulación de
datos, aunque se trate de datos intrascendentes, como la descripción de la
escalera por donde subirá el nuevo rey, los colegios donde estudió, las
capitanías que acumula, forman una hojarasca de datos que colapsa el
entendimiento.
Si a eso le añadimos que el
sentimiento nacional es un profundo cabreo, completamos el panorama. Estamos
todos cabreados. La indignación es la manera fina de decirlo. Cabreados porque
a nuestro alrededor vemos solo desempleo e impotencia. Porque hay hambre en
España. Y no se trata de unos pocos casos. A nuestro alrededor hay mucha, mucha
gente, que lo está pasando realmente mal.
Cuando uno está cabreado, le cuesta
más pensar. Si lo que le ofrecen en los medios es acumulación de noticias
intrascendentes, pero con una carga emotiva, lo que hace es reaccionar. Pero la
reacción no consiste en pensar ni tampoco en realizar actos útiles para la
comunidad. La reacción natural es desahogarse, maldecir, generalizar.
Los mismos republicanos hemos caído
en la trampa. Pedimos un referéndum. Que se pida opinión a los españoles sobre
si quieren rey o presidente de la República. Salimos a las calles para
desahogarnos juntos, para pedir que se nos deje opinar.
Sin embargo, como sucede muchas
veces, lo más cercano a un referéndum lo tenemos tan cerca que no alcanzamos a
verlo. El propio Estado hace sus encuestas. Tiene un Instituto que las realiza
periódicamente, el Centro de Investigaciones Sociológicas. El CIS. Las últimas,
que se hicieron públicas la semana pasada, dicen dos cosas muy claras,
rotundas:
Una, que a los españoles les importa
un pimiento ahora mismo quien esté en la jefatura del estado. Lo que les
preocupa es el paro, que se solucione de una vez ese problema que tiene en
jaque a millones de personas, justo en el momento en el que más útiles pueden
ser para los demás y para sí mismos.
Segunda cosa que dice la encuesta:
que los españoles no perciben que haya ni el signo más remoto de esa
recuperación que cacarea el PP. Si hay mejoría, será para los bancos y las
grandes empresas. Para los españoles no. Si a esto le llaman paz, será su paz.
Donde hay hambre, no puede haber paz.
Lo de Rey o no Rey queda en un
segundo plano y así hay tenemos que aceptarlo de momento. Como tendremos que
aceptar que Rajoy no va a hacer nada. Es lo que ha hecho desde que lleva
gobernando. Nada. Se irá de vacaciones y volverá en septiembre a ver si la cosa
está un poco más tranquila. Solo nos queda la esperanza de haber aprendido la
lección, de que vaya creciendo en nosotros la certeza de que podemos darle la
vuelta a esta tortilla simplemente votando a otros, desmantelándoles el
chiringuito a los privilegiados que llevan décadas viviendo de la sopa boba a
nuestra costa. El bipartidismo y la Monarquía.
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