Los pocos programas de televisión que tiran de
archivo, nos dejan ver la realidad en perspectiva. Así pudimos ver a Rodrigo
Rato en los años 90 arremetiendo cargado de razón contra el incremento de bajas
médicas que se estaba produciendo en ese momento entre los trabajadores
españoles. Poco menos decía que aquellos a los que el médico les había firmado
una baja médica tenían que sentirse delincuentes.
El otro día vimos cómo un agente de aduanas le
protegía la cabeza para que no se golpease al ser introducido, como detenido,
en el vehículo policial. Un gesto que lo ponía a él, ante todos los ojos, como
delincuente.
El obsceno despilfarro de las tarjetas negras de
Bankia, un banco intervenido por el Estado del que él era presidente, no le
parecía problema. Ni presuntamente defraudar a Hacienda habiendo sido Ministro
de Hacienda. Ese dinero público, o sea de todos, ha volado a las cuentas
particulares de unos pocos, pasando por paraísos fiscales para no devolver ni
las migajas al fondo común.
Bárcenas, Correa, Pujol, Rato ahora. Los sobres en
negro o las obras en la sede del PP pagadas con dinero negro han estado pasando
delante de las narices de Rajoy y Cospedal. Ellos se lavan las manos y dicen
que sus compañeros caídos en desgracia eran casos aislados. Los aislados
parecen más bien ellos. Una de dos, o están también compinchados o son tontos,
que no lo parecen.
Eso sí, mientras los trabajadores seguimos sufriendo
las consecuencias de aquellas palabras de Rato, que no se quedaron en simples
palabras. Que te den una baja laboral ahora mismo es tener que pagar una multa
al Estado, aunque sea por una enfermedad flagrante y resulte palmario que no
puedes moverte de la cama.
Cómo es posible que aún haya gente que les crea. Para
solucionar esto no hace falta violencias ni revoluciones. Basta con no creerles
y votar a otros que no hayan gobernado antes. Así de simple.
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