sábado, 24 de octubre de 2015

Los tres círculos de acción de la política en España

En política, hay tres grandes círculos a los que nos debemos los que alguna vez hemos dado el paso adelante para servir a nuestros convecinos.


El primero es el bien común, el interés general, aquello que es bueno para todos. Es sin duda el primero y principal. De hecho, debería de ser el único. Pero no se llega hasta él sino tras una reflexión previa y un estudio profundo de la realidad que nos lleve a establecer un plan: qué ciudad, qué país, qué mundo, qué planeta necesitamos para estar mejor. Como referencia externa y guia es útil la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tal vez el resultado de este plan sea una utopía, pero marca el verdadero camino a seguir. Si nos ponemos a tomar decisiones sin tener claro ese plan, corremos el riesgo de estar alejándonos de él por muy buenas que sean nuestras intenciones. Suele estar en las antípodas del cortoplacismo y de las decisiones tomadas para satisfacer a los que más gritan a nuestro alrededor que, por el hecho mismo de que lo dicen gritando, casi nunca llevan la razón. Pero eso no significa que no haya a veces que pactar, y que ceder, haya que dar un paso atrás para luego dar dos adelante. Lo que nunca podemos perder de vista en cualquier decisión que tomemos es ese plan que nos encamina hacia el bien común.

El segundo es el grupo de referencia con el que trabajamos. Encaminarrnos hacia el bien común es un trabajo en equipo. Buscar el bien común es cambiar la sociedad y nadie puede transformar la sociedad solo. Se requiere un grupo de personas que tengan los mismos objetivos y se hayan puesto de acuerdo en el plan para ir hacia ellos. Pero en todos los grupos se producen disensiones, se producen roces, desajustes en los puntos de vista, y también (esto es humano) surgen intereses individuales. Hay que estar continuamente resintonizando el grupo para que no pare de funcionar.

El tercero de los círculos es el partido. En España, por ley, para trabajar en política es necesaria la herramienta de un partido. Por desgracia, la falta de control de las leyes vigentes, instauradas en la Transición, ha favorecido que los partidos se conviertan en aparatos que tienen como centro de atención prioritario alcanzar el poder o mantenerse en él, y que prácticamente han olvidado el interés común excepto a la hora de granjearse las simpatías de la masa desinformada a través de sus estructuras de propaganda, más encaminadas a utilizar en propio beneficio las emociones que a estimular la reflexión. Ninguno de los partidos que tengan más de treinta años está libre de ataduras, de cuadros intermedios que han hecho de la política su oficio y han cambiado la prioridad del bien común por la prioridad del bien del propio partido, que es la de mantenerse ellos individualmente en la posición que ocupan. Con otros, como el PCE es más patético aún: no persiguen el poder porque son conscientes de que no pueden alcanzarlo, y sin embargo se aferran a su nostalgia, a sus símbolos y a su sentimiento de ser los preservadores legítimos de la izquierda; y en virtud de estas ilusiones, ocultos tras el escudo de IU, llevan lustros cerrando el camino a un juego real, actualizado de las izquierdas. No son los únicos pero sí los principales responsables de que  las izquierdas sigan divididas y sigan favoreciendo los intereses de la derecha. Además todos, incluido Ciudadanos, tienen ataduras externas, es decir hipotecas con los bancos, con lo que las empresas financieras se convierten en los verdaderos lobbys que imponen la política y sus condiciones. Son los que mandan en realidad.

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