lunes, 24 de noviembre de 2014

Populismo

Dime de lo que me acusas y te diré de lo que te avergüenzas. Ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el propio. Son proverbios, es decir píldoras de sabiduría popular, que siguen funcionando. Para entendernos, últimamente, oímos mucho a los políticos acusar a los demás partidos, a los que no son el suyo propio, de populistas.
Son unos populistas, aseguran. Eso que están haciendo es populismo, recalcan, dejando implícita la advertencia de que, por supuesto, ellos se guardarían muy mucho de hacer una cosa tan reprobable.
Y es curioso porque la palabra populismo ni siquiera está en el diccionario de la Real Academia. Es decir, que nadie sabe con exactitud lo que significa. Aunque todo el mundo da por hecho que designa una manera de actuar que, sin ser pecado mortal, le quita credibilidad al usuario. No mancha, pero emborrona.
La Wikipedia, donde sí figura populismo, como término peyorativo que suele utilizarse en política, dice que la palabra es ambigua, lo que no nos descubre nada nuevo. Y da tantos matices y definiciones que puede significar una cosa y la contraria.
En definitiva, podemos resumir que populista es quien solo se dirige a las emociones del público, no a sus ideas. No trata de convencerlo con argumentos, sino de manejarlo haciéndole sentir miedo, rabia, asco, esperanza, o lo que sea.

Más o menos lo que está haciendo quien acusa a su contrincante de ser populista, una palabra que nadie sabe lo que significa pero que genera mucha desconfianza. Y en esas manos, de populistas, estamos.

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