El primer principio de la democracia es que los
ciudadanos conozcan qué está pasando para que puedan reflexionar sobre ello y
sacar conclusiones. Las conclusiones sirven para obrar en consecuencia. En la
democracia que nos queda, el obrar en consecuencia significa votar.
Así de claro.
Así de claro.
Por lo tanto, tenemos derecho a la información, a
saber lo que está pasando para poder reflexionar y sacar conclusiones. Así lo
refleja la Constitución. Si no tenemos acceso a la información, deberíamos
saber, al menos, que no lo estamos teniendo.
Es lo que sucede en los medios de nuestra comunidad,
de Castilla-La Mancha. Cómo estará la televisión castellano-manchega, que los
trabajadores han decidido protestar vistiendo de negro los viernes. Protestan para
que nos enteremos de que otros empleados de Castilla-La Mancha televisión
cocinan las noticias que ellos preparan para que solo digan cosas buenas de la
presidenta María Dolores de Cospedal y su partido el PP.
Si tenemos cabeza para pensar y lo hacemos, ya
deberíamos haber llegado a la conclusión de que es imposible que Cospedal lo
haga todo bien y los partidos rivales todo mal. Es más, deberíamos recelar de
que solo salgan hablando la Cospedal y los suyos. Sin embargo, y por si acaso,
los periodistas de la televisión castellano manchega nos dicen, vistiendo de
negro los viernes, que sienten impotencia de que el equipo contratado por
Cospedal, con nuestros impuestos, se dedique a deformar su trabajo bien hecho
para convertir la información en propaganda del PP.
Por supuesto, la reacción de la dirección del ente no
se ha hecho esperar y ha prohibido a los trabajadores que vistan de negro los
viernes. O sea, que ni les dejan que informen ni les dejan que protesten por no
poder informar.
Y es nuestra televisión, la que pagamos entre todos. Y
son los trabajadores que se ganaron por oposición el derecho y el deber de mantenernos
informados.
Esa es la democracia que defiende Cospedal y la que
pretende seguir manteniendo otros cuatro años, con una propaganda que le pagamos
a escote y con unas leyes electorales que cambia a su medida las veces que haga
falta.
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